Con esta frase tan rotunda concluye el discurso del Ministro de Educación en el acto de presentación del Pacto que se celebró ayer.
Angel Gabilondo se comprometió personalmente a que el primer documento de este Pacto esté disponible en un plazo de dos meses.
Según sus palabras en las conversaciones previas se han mantenido contactos con representantes de todos los agentes implicados en la educación o en la gestión educativa (profesores, alumnos, padres, sindicatos, partidos políticos,...).
En demasiadas ocasiones hemos comprobado cómo el regate en corto de las promesas electorales ha marcado la política educativa, sin pararse a pensar que cualquier cambio en educación hecho con esta cortedad de miras solo puede empeorar la situación, por muy malo que sea lo anterior.
El Pacto que se pretende alcanzar en esta ocasión puede ser una excelente oportunidad para reconducir la situación y planificar un horizonte mejor para la educación de las próximas generaciones.
El proceso puede ser, sin embargo, un fracaso estrepitoso si unos y otros mantienen como herramienta de comunicación el "diccionario de la crispación y la confrontación" del que tanto uso se hace para cualquier cuestión. La aproximación útil ha de ser la que se haga con generosidad de planteamientos y con visión clara del núcleo del problema.
Si nos paramos a pensar, las cuestiones que se han constituido en "bandera" de confrontación política y ciudadana en los últimos años son en muchos casos completamente marginales a la esencia del proceso formativo/educativo y a pesar de ello han consumido una gran cantidad de energía.
Confiemos en que el proceso que ahora se inicia se pueda conducir por cauces más serenos, ya que solo así puede conducir a resultados positivos.
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